top of page

Captura y muerte de los insurgentes

El 8 de abril se tuvo conocimiento en la capital de la aprehensión de los principales insurgentes, por aviso de Feliz María Calleja. El virrey Venegas, en evidente estado de júbilo, mando que se echaran a vuelo las campanas de los templos.

El 13 de Abril, ordeno que los prisioneros fueran juzgados en chihuahua por un consejo de guerra y que la sentencia fuera ejecutada sin pérdida de tiempo: “la dilación de esta providencia o la traslación de los reos a otros parajes, traería inconvenientes capaces de poner  a la patria en peligro... disponiendo también, si asi se sentenciare por el consejo, se lleven las cabezas de los principales a fijarse en las poblaciones donde ejecutaron sus principales crímenes...

Se organizo entonces la salida de los veintiocho prisioneros que formaban la lista de caudillos que debían ser trasladados, entre ellos: hidalgo, Allende, Santa Maria, Jimenez, Aldama, Lanzagorta y Abasolo.

Siguieron su camino hasta la hacienda de San Lorenzo, lugar cercano a Parras, Coahuila, donde Salcedo dispuso fueran separados los eclesiásticos de los demás reos excepto hidalgo. Encargándose de ellos el capitán Juan Francisco Granados. Los eclesiásticos fueron conducidos a Durango para que en ese lugar fueran procesados.

Salcedo siguió con sus prisioneros, atravesando el rio Nazas, el Bolsón de Mapimi y muchos pueblos y rancherías, hasta que por fin el 23 de abril de 1811, después de un viaje de casi un mes llegaron a Chihuahua.

Dos días antes de su llegada, el brigadier Nemesio Salcedo, comandante general y gobernador de las Provincias Internas, publico un bando en el dio instrucciones a los habitantes de chihuahua sobre la forma de recibirlos. Se les permitía a los vecinos salir a verlos en la calle, se les prohibía formar pelotones, subir azoteas, y portar armas.

El 23 de Abril de 1811, entraron a Chihuahua los prisioneros. Una vez en la plaza de San Felipe o de los Ejercicios, hidalgo, allende, Aldama, Jiménez, y otros jefes, fueron alojados en el ex colegio de la compañía de Jesús.

Dos días después, Salcedo procedió a nombrar una junta militar a la cual debía pasar el instructor las declaraciones de los prisioneros, de tres en tres, para que en el mismo orden fueran sentenciados, recomendándoles la mayor brevedad posible. El 6 de Mayo se comisiono a Ángel Abella, para que formara los procesos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez.

Sin más diligencias, el consejo de guerra pronuncio las sentencias: “ser pasados por las armas del modo más ignominioso, con la confiscación de sus bienes y trascendencia de infamia a sus hijos varones, si los tuvieran, y demás que de ella resulta conforme a las leyes de la materia”

A las 6 de la mañana el 25 de Junio, Abella se presento al calabozo de Allende, Aldama, Jiménez y Santa maría y haciéndolos poner de rodillas les leyó la sentencia.

El 26 de Junio de 1811, llego el momento de cumplir la sentencia, fueron conducidos a la plaza de San Felipe donde se encontraban listos los pelotones de ejecución, formados a solo tres pasos de los banquillos en que serian sacrificados.

Se indico a los prisioneros el banquillo en que debían colocase, se les puso una venda en los ojos, se les obligo a dar la espalda a sus verdugos, y a la voz de mando de Pedro Armendáriz, cuatro balas certeras dieron muerte a los primeros insurgentes. Manuel Salcedo ordeno que a los cadáveres de Allende, Aldama y Jiménez se les cortara la cabeza. Los cuerpos fueron sepultados en el convento de San Francisco, después de haber sido expuestos a la curiosidad pública. Un mes y unos días más tarde, Hidalgo correría la misma suerte.

Las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron transportadas a Zacatecas, Lagos, León; y finalmente, el 11 de Octubre de 1811, llegaron a Guanajuato. Colocadas en jaulas de hierro, fueron colgadas en las cuatro esquinas de la alhóndiga de Granaditas durante diez años.

© 2016 Todos los derechos reservados.

bottom of page