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La guerra apache

A paso lento avanzaban aquellos dos carruajes por el Camino Real en su ruta que llevaba de Chihuahua a Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), confiados sus tripulantes en que eran escoltados por una docena de hombres bien armados.
Apenas habían entrado al desierto de Samalayuca una lluvia de flechas y balas les sorprendió. En pocos minutos todos estaban muertos y sus victimarios, guerreros apaches, los despojaban de sus cabelleras, se apoderaban de sus caballos y pertenencias para después prender fuego a los carruajes.
Tras cometer el ataque, la partida de guerreros se dirigió a todo galope por las llanuras a la Sierra de la Candelaria, en el municipio de Ahumada, donde acampaban en unas cuevas localizadas en las inmediaciones de  las montañas. Era el año de 1880, Chihuahua vivía el recrudecimiento de la Guerra Apache contra los blancos y pasajes similares se vivían lo mismo en el camino a Santa Fe, Nuevo México, como en Arizona, Texas y Chihuahua.
Los apaches habían decidido dar la última batalla por la subsistencia de su raza, rechazando ofrecimientos de paz del Gobierno de Estados Unidos y de los mexicanos, no por la benevolencia de los acuerdos, sino por las humillaciones recibidas en las reservaciones estadounidenses y asesinatos cometidos en contra de su pueblo tanto en un país como en el otro.
Los robos de ganado en haciendas y ranchos mexicanos se convirtieron en su única opción para sobrevivir haciendo inevitable el choque con los chihuahuenses. Los apaches verían su derrota en Chihuahua tras el retorno al gobierno del Estado del ganadero Luis Terrazas, en 1880, quien ya en 1863 los había combatido con fiereza.


INDIO VICTORIO 


Cuando una partida de apaches dirigida por Victorio, escapó de las reservaciones norteamericanas, y se asentó en las cercanías de la Laguna de Guzmán, en el noroeste del estado, justo donde Terrazas tenía parte de sus haciendas ganaderas, el gobernador mandó llamar a su pariente, el coronel Joaquín Terrazas y tras dotarlo de recursos, mandó combatirlos y exterminarlos.
Terrazas puso precio a las cabelleras de los indios y en particular a la Victorio, un hombre mestizo cuya leyenda señala que a la edad de 6 años, cuando se llamaba Pedro Cedillo, fue raptado de un rancho chihuahuense y adoptado por la tribu Chiricagua en la que ya adulto asumió el liderazgo de todas las tribus apaches, que lo siguieron en su guerra contra el hombre blanco.
Para exterminarlo, el gobernador de Chihuahua reorganizó las juntas de guerra que habían funcionado en años anteriores y acordó movilizar fuerzas en coordinación con el coronel Adolfo T. Valle, a cargo de tropas federales, para castigarlos por el abigeato que cometían continuamente y los asesinatos de rancheros, que se habían vuelto cosa común.
Sin embargo, en cuanto los apaches sentían la presencia de las tropas de Gobierno, se movilizaban y cruzaban a Estados Unidos a territorios donde los mexicanos no podían ingresar y en cuanto se retiraban, los indios regresaban a México. Ante ello, Terrazas plantea y organiza una tercera expedición pero el coronel Valle se niega a cooperar. Voluntarios de los cantones (hoy distritos) Guerrero, Benito Juárez, Satevó, Morelos y Galeana, se les unen y se dirigen al norte del estado, al municipio de Ahumada donde habían sido detectados los apaches. En la columna de Gobierno suman 600 voluntarios y una fracción de seguridad pública y rural al mando de Mata Ortiz. Con ellos va un grupo de tarahumaras de Arisiachic, al mando de Mauricio Corredor y su compadre Roque, así como el apache Jari Manto Negro, un indio que años atrás sirvió de guía por Chihuahua a Benito Juárez durante la intervención francesa, refiere el cronista de Ciudad Juárez, Filiberto Terrazas Sánchez

La batalla de Tres Castillos
Ayudado por los tarahumaras, el coronel Terrazas encuentra la huella de Victorio y lo rastrea hasta la Sierra de la Amargosa, donde lo copa en la zona montañosa conocida como Tres Castillos (en el municipio de Coyame del Sotol) donde el 14 de octubre de 1880 al mediodía se encuentran frente a frente. El grupo comandado por Vitorio se posesiona del cerro sur, mientras que el otro capitaneado por Nana, Ju y Gerónimo es atajado por Juan Mata Ortiz y su gente, quien a balazos les impiden ir en auxilio de su líder máximo.
Al atardecer, el jefe apache ve venir una columna de soldados y decide salir a su encuentro con un reducido pero selecto grupo de guerreros escoltas, mientras el grueso de su gente se parapeta en el cerro y se prepara a resistir. Dos horas después, Victorio muere y con ello, la derrota para los apaches es inminente. Al amanecer del 15 de octubre, la masacre se inició entre ambos bandos, en los peñascos, incluso peleando cuerpo a cuerpo, con puñal y pistola. Las mujeres y niños, al ver la derrota de sus guerreros, claman por sus vidas y son perdonados. Únicamente dos guerreros resisten dos horas más en una cueva, armados con fusiles de repetición y bastante parque, pero son abatidos.
Al mediodía todo ha terminado. Hay 72 apaches muertos, numerosos heridos y prisioneros. El Gobierno decretó diversas recompensas por las cabelleras obtenidas y repartió entre sus combatientes 17 mil pesos, además de una prima de 2 mil pesos que fue entregada al tarahumara por la cabeza de Victorio. Las celebraciones en la capital no se hicieron esperar. Joaquín Terrazas y sus hombres fueron recibidos como héroes.


TRES CASTILLOS


La batalla de Tres Castillos es considerada la derrota de los apaches, ya que a partir de la muerte de su jefe máximo, las incursiones y asaltos sangrientos fueron de más a menos, hasta que los últimos rebeldes terminaron por acordar la paz y regresar a las reservaciones que se establecieron en Estados Unidos.
Sin embargo, la muerte de Victorio sería vengada por las hordas capitaneadas por el indio Ju, quien fue personalmente a cobrarse la afrenta. En Estados Unidos, el Gobierno mueve tropas en Arizona al mando del general Crook con la finalidad de someterlos, lo que provoca que alrededor de 700 indios inicien una migración a la Sierra de Chihuahua liderados por Ju y Gerónimo.
Al verse copados tanto en Estados Unidos como en México y sin más camino que buscar la paz, los líderes apaches acuerdan en varias ocasiones encuentros con Terrazas, los cuales se ven frustrados por la desconfianza mutua. Finalmente en Casas Grandes, Ju decide negociar la rendición y lograr una paz sin condiciones mínimas. Joaquín Terrazas no le cree y prepara una emboscada.
En esta batalla de Ju cumple su promesa y, pese a perder numerosos guerreros por los disparos de los hombres de Mata Ortiz, logran capturarlo vivo y llevarlo a la cumbre del cerro donde, amarrado, lo quema en una hoguera.
Tras su muerte, asumiría el mando Gerónimo, quien con 40 hombres logró mantenerse en pie de guerra otros 35 meses, a salto de mata a través de Arizona, Nuevo México, Sonora y Chihuahua, hasta que finalmente se entrega al Ejército de Estados Unidos, para luego ser recluido en una reservación con todo su pueblo. Viejo y vencido, Gerónimo vio sus últimos días sobreviviendo de lo que los turistas le daban por tomarse fotos con ellos.

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